domingo, 22 de diciembre de 2013

Tendemos  a juzgar a  las personas por un conjunto de situaciones que conocemos o nos han contado, a recortar tajantemente la silueta de ese ser que, para nosotros, es y será a partir de entonces así. Hay personas que no creen en las primeras impresiones, a pesar de tener la habilidad de caer en lo cierto desde un primer momento, y personas que creen conocer la forma de ser en general de otro sólo cruzando unas cuantas palabras, o ni siquiera eso.

Consideramos que “conocemos a alguien” cuando hemos tenido algunas conversaciones con esa persona, cuando hemos intercambiado puntos de vista sobre un pequeño número de temas, o sobre muchos, cuando hemos convivido con ellos semanas, meses o incluso años. Creemos conocer a alguien simplemente por saber sus gustos musicales, sus series y películas habituales, su color o comida favoritos, o algo de su pasado y situación actual. A veces, incluso hay quienes se atreven a decir que saben cómo actuaría una persona ante tal o cual situación. Podemos acostumbrarnos a esa “forma de ser” que nosotros mismos hemos creado a través de nuestras impresiones, del día a día, pero eso no significa que siempre vaya a ser así.

Para bien o para mal, las personas somos seres de “psicología redonda”. Tenemos esa capacidad tanto de sorprender a los demás, como de hacerlo con nosotros mismos. Echando un vistazo uno o dos años atrás, y pensando sobre los temas que algún día reflexionamos, puedo apostarme el cuello a que el 98% de todos nosotros no mantiene las mismas opiniones. Y lo mismo que opiniones, hablo de personalidad. Y como cambiantes que son, pueden hacerlo a bien o a mal, eso ya depende del juicio de cada uno.

Partiendo de la premisa de que todos evolucionamos psicológicamente, pensemos en nosotros mismos, en si realmente nos conocemos. ¿Alguna vez habéis pensado en cómo actuaríais ante ciertas situaciones? ¿Habéis pensado en cómo actuaríais ante alguien que se muere delante de vosotros? ¿Cómo actuaríais si os quedarais en silla de ruedas o postrados sobre una cama? ¿Qué haríais si la vida de uno o de muchos dependiese de la vuestra? ¿Y si en un momento, todo lo que es vuestra vida ahora, diese un cambio radical? ¿Podríais afrontarlo? ¿Cómo lo haríais?

Ante esto habrá respuestas de todo tipo. Las habrá de aquellos con alta confianza en sí mismos, con mucha fuerza en sus creencias y en su capacidad, aquellos que crean posible enfrentarse a todo, al igual que las habrá de aquellos que no confían ni siquiera en vivir un año más, que se consideran meros seres que sobreviven gracias a otros y que piensan que ante algo así se hundirían. Bien, lo que yo quiero decir aquí es lo siguiente: no os juguéis la vida afirmando tajantemente esa “idea” que os habéis formado de vosotros mismos. Podéis creeros dioses invencibles, luchadores o directamente ganadores, que superarán todo, y que luego todo eso en realidad sea una mera tapadera para poder mirar vuestra cara en el espejo cada mañana sin que os de tanto asco, y ni siquiera saberlo, o bien, podéis creeros la última mierda en el mundo que no importa a nadie y realmente ser completamente fundamentales para algo.

Siempre os han dicho que no os creáis lo que opinan o dicen los demás de vosotros a vuestras espaldas. Bien, yo os digo que tampoco os creáis lo que pensáis de vosotros mismos. ¿Realmente sois lo que pensáis o lo que queréis ser? ¿Coindice lo que creéis que sois con lo que realmente os gustaría ser? Esas convicciones que tenéis o decís tener, ¿son vuestras realmente? ¿Heredadas? ¿Copiadas? ¿Es todo esto que estáis leyendo una soberana gilipollez? Probablemente sí, pero al menos espero que os haya hecho pensar.


Últimamente, estoy en un momento en mi vida en que mi mente está dividida en dos partes, y cada una se encuentra en extremos opuestos. Se atacan la una a la otra, y no sé cuál de las dos está ganando, o siquiera si alguna de ellas lo está haciendo. Varias cosas en las que confiaba hasta hace cerca de una semana han cambiado, voluntaria o involuntariamente, y no hago otra cosa distinta de pensar en si realmente soy quien creo ser. No me refiero a una meta en la vida, a una carrera, a un trabajo o a un futuro. Me refiero a lo que soy exactamente hoy, ahora, aquí y en este momento, fuera de estudios, de físico o de relaciones sociales. Me pregunto si soy tan débil o tan fuerte como pensaba, me pregunto si realmente me gusta ser como soy, sin tener en cuenta lo que me rodea, me pregunto qué pasará cuando encuentre la respuesta, o directamente si la encontraré algún día. Sólo sé que el tiempo sigue pasando, y que tiene un final, cerca o lejos, pero lo tiene, y no quiero que la única oportunidad que tengo de vivir sea malgastada preguntándome “quién o qué soy”, porque aquí, sí o sí, todos perderemos algún día, y sólo podemos jugar nuestras cartas una vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario